miércoles, 27 de febrero de 2008

De mentiras, ocultamientos y verdades, Las madres de todas las preguntas
Las invasiones de Afganistán en 2001, Irak en 2003 y el enfrentamiento que tiene hoy la Casa Blanca con Irán permiten reflexionar nuevamente sobre el rol que desempeñan los medios masivos de difusión en momentos de una guerra.
La mayoría de los medios occidentales carece de periodistas que conozcan en profundidad el mundo árabe e islámico, sus tradiciones culturales y religiosas y aún algo más básico: el idioma. Edward Said en su libro Discovering Islam, publicado en los años ochenta, señalaba que casi ninguno de los periodistas que había cubierto la toma de rehenes en la embajada norteamericana en Teherán en 1979-80 hablaba el persa.
La pregunta es básica: ¿cómo se puede informar sobre una sociedad si ni siquiera se puede hablar con la gente en las calles, escuchar la radio, leer los diarios o mirar la televisión? Es aún mucho más complicado si la cobertura hay que realizarla desde miles de kilómetros de distancia. Esto quiere decir que se depende de la información que suministren los involucrados. En los tres casos señalados los medios de comunicación latinoamericanos se nutrieron casi siempre de los medios norteamericanos y europeos, como si el New York Times o El País (para nombrar los más citados) fueran ejemplo de información veraz e independiente y como si toda la información proveniente de los medios árabes e islámicos fuera pura "propaganda".
El caso del New York Times (NYT) es paradigmático. Basado en su larga trayectoria y la construcción mítica de credibilidad, el Departamento de Estado lo utilizó una y otra vez durante la invasión a Irak. La operación fue muy sencilla. Los funcionarios de la Casa Blanca le suministraron al diario el contacto con informantes iraquíes que trabajaban para el Pentágono. Estos debían permanecer en el anonimato por temor a represalias del régimen de Saddam Hussein. Los informantes aseguraban conocer los lugares donde estaban escondidas las famosas "armas de destrucción masiva" y con lujo de detalles se lo describían al NYT. Al día siguiente el NYT revelaba en exclusiva y con absoluta seguridad dónde estaba el arsenal nuclear de Saddam Hussein; al fin y al cabo, la fuente era confiable, venía de la propia Casa Blanca. Rápidamente algún miembro del gobierno de George Bush convocaba a una conferencia de prensa y mostraba la información que había suministrado el intachable NYT para certificar que -efectivamente- Saddam Hussein poseía las armas para destruir el mundo. Et voilá! Todos las agencias y diarios del mundo lo reproducían. Cuando cayó el régimen iraquí y los periodistas fueron a buscar esos lugares mencionados por los informantes no encontraron nada.
El 26 de mayo de 2004 un editorial del NYT reconoció que varias instancias de la cobertura no habían sido rigurosas, que no habían chequeado suficiente la información o que estaban demasiado obsesionados por obtener primicias.¿En quién nos basamos al momento de informar? Esa es la madre de todas las preguntas...

1 comentario:

Tamara dijo...

Me gustaría contactarlo con respecto a una invitación a que participe de la 2da Semana de la Cultura en los Países Árabes a realizarse en el Centro Cultural Recoleta del 13 al 19 de abril. La participación no depende de su interés de dar alguna charla en su carácter de profesor de la UBA y periodista sobre la cultura árabe, también nos gratificaría con su mera presencia en el evento. Dejo un mail de contacto: tamadayoub@hotmail.com
Atentamente
Tamara