miércoles, 27 de febrero de 2008



El resurgimiento del Islam

Finalizado el conflicto bélico propiamente dicho la región todavía no ha sido “pacificado” por los Estados Unidos, que ahora parecen temerles al poder de los religiosos shiítas que al mismísimo “carnicero de Bagdad”, como fuera apodado Saddam Hussein.
Después de invadir Kuwait el presidente iraquí apeló a tres elementos para lograr el apoyo de los pueblos árabes.
1- el llamado a la unidad del mundo árabe.
2- la lucha de los musulmanes contra el agresor occidental.
3- las reivindicaciones palestinas frente al Estado de Israel.
Salvo la retórica del rey Hussein en Jordania ningún país árabe estuvo dispuesto a apoyar concretamente a los iraquíes frente al despliegue militar de los Estados Unidos. La unificación del mundo árabe hoy ha quedado relegada, el sentimiento de apoyo a los palestinos no alcanzó para influir significativamente sobre los gobernantes y los sectores religiosos no aceptaron jugarse por quién hacía poco tiempo los combatía y hoy vuelve a enfrentarlos.
Ahora también existe la posibilidad concreta de que un tercio de Irak se desprenda y pase a formar parte de una unión con Irán debido al debilitamiento del régimen de Saddam Hussein , lo que ya le está provocando un nuevo “dilema” a los Estados Unidos en su proyecto de Pax Americana. Estos hechos revelan que el fenómeno del surgimiento islámico de estos últimos 30 años está en el centro de la geopolítica regional e incluso internacional . para comprender su expansión y diversidad es necesaria una prudencia analítica que no identifique correctamente movimientos muy diferenciados entre sí.
Los movimientos que se han desarrollado en Egipto, Siria, Túnez o Pakistán tienen características muy diferentes de Kaddafi en Libia, la jerarquía clerical shiíta en Irán o la guerrilla afgana aunque parezcan similares al contenido y funcionamiento político está determinado por sus objetivos inmediatos. Más allá de los acuerdos por asuntos celestiales o sobre la vida cotidiana de la gente, estos movimientos son esencialmente políticos.
El Islam no ha irrumpido súbitamente en la política : en realidad es inseparable de ellas pues fue siempre una religión política. Por esta razón la separación religión- Estado más que laicista es francamente antirreligiosa y permite comprender porque ninguna de las grandes corrientes nacionalistas árabes se pronunció por un Estado laico.
El Islam en estas sociedades no es percibido como un aliado de las clases poderosas tal cual aconteció en Europa con la Iglesia cristiana que era identificada con los señores feudales que se oponían al desarrollo político y social. Es más se lo considera un elemento fundamental de la identidad nacional oprimida y ridiculizada por el opresor extranjero, cristiano y ateo. Incluso el líder nacionalista egipcio. Gamal Abdel Nasser estuvo interesado en reivindicar el Islam para lograr el apoyo popular contra las potencias extranjeras. En Irán el Islam es considerado un objetivo global y total en sí mismo, como un programa único y exclusivo, “El Corán es nuestra constitución” solía decir Al- Banna, fundador en 1928 del movimiento de Los Hermanos Musulmanes. El Partido de la República Islámica aspira al retorno al Islam, que no debería limitar a una sola nación, sino englobar al conjunto de los musulmanes y por qué no, al mundo entero. Estos movimientos no tienen frontera, rechazan el nacionalismo en el sentido restrictivo del término y consideran a las corrientes nacionalistas- incluso las que profesan el Islam- como rivales o adversarios.
Es en el nombre del Islam que se oponen a la invasión extranjera y no en defensa de la “nación”. Así por ejemplo, los Estados Unidos no son el “imperialismo” sino el “Gran Satán”. Saddam Hussein era considerado en primer lugar “un ateo” e “infiel”. Israel, para todos estos movimientos, no es el “usurpador sionista del territorio palestino”, como decía Saddam Hussein durante la guerra sino “el usurpador judío de una tierra islámica sagrada”.
En Irán y Pakistán los movimientos musulmanes que han ganado mayor terreno se han apoyado en las capas medias chocando con la burguesía aliada a las potencias extranjeras. Por el contrario, en Irak, Argelia y Libia, las clases medias se han beneficiado de la explotación petrolera apoyándose en la burocracia nacionalista que es sostenida por un ejército poderoso, de donde por lo general han surgido. En Siria el movimiento integrista es la principal fuerza de oposición a Afees Al Assad y se beneficia, en particular, del carácter confesional minoritario del equipo gobernante.
En Irán el movimiento integrista, representado principalmente por la tendencia del clero shiíta (los que consideran a Alí el único califa- jaifa, sucesor, remplazante -legal con exclusión de los otros sucesores de Mahoma) se forjó en un largo proceso de lucha contra el régimen del sha Reza Pahlevi que estaba sostenido por las principales potencias económicas de Occidente. El ayatollah Khomeini logró canalizar el resentimiento contra el sha conjugando un discurso antidictatorial y religioso frente al régimen “ateo” y pro occidental.Hoy, su ministro de Relaciones Exteriores, Alí Akbar Velayati, afirma que no “no podemos aceptar una seguridad a la americana, que asegure los intereses de los Estados Unidos en esta región”. Esto indica que la carrera armamentista en la región probablemente crezca de ahora en más aunque basada en nuevos ejes. Arabia Saudita y Kuwait por un lado, Egipto por el otro, Turquía e Israel van a reclamar mayor armamento para hacerle frente a un sobreviviente de un ejército iraquí o a una futura amenaza siria o iraní. Lo paradójico es que George Bush ha vencido al Estado más laico de la región, dando paso a que los fundamentalistas islámicos vuelvan a escena con mayor fuerza que en la última década.
En: Las Palabras y las cosas, 29-03-1991

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