miércoles, 27 de febrero de 2008

El Kurdistán, una vieja cuestión nacional

El escenario posbélico ya está demostrando las dificultades que tienen los Estados Unidos para imponer una Pax americana. El mundo árabe observa con inquietud el desgarramiento de Irak, no por compasión hacia Saddam Hussein sino por la posibilidad de que sus dos vecinos no árabes intenten recobrar la fuerza de antaño. Apoyando la revuelta chiíta liderada por Mohammad Hakim en el sur, Irán busca expandir su influencia en la región y si es posible desmembrar a su antiguo enemigo. Por otra parte Turquía sueña con recobrar los territorios que pertenecían al Imperio Otomano, incluyendo el norte de Irak, donde se encuentran importantes industrias petroleras.
Es una de las razones por las cuales el gobierno de los Estados Unidos hoy prefiere que Saddam Hussein se mantenga en el poder. Es m{as fácil de podía leer en el New York Time el 10 de marzo- tratar con Saddam Hussein dominado que con una solución de remplazo desconocida”. El riesgo es que el norte sea anexado a Turquía o surja un estado kurdo, en le sur uno ligado a Irán y el centro quede en manos de Saddam Hussein.
La cuestión curda es crucial porque es un pueblo de casi 25 millones de personas que hace 70 años reclaman su independencia y está desperdigado en un territorio tan grande como Francia, en Turquía (catorce millones) Irán (ocho) Irak (cuatro) y Siria (uno). Una solución para los kurdos implica de hecho redistribuir las fronteras de la región impuesta por Francia y Gran Bretaña sobre las ruinas del Imperio Otomano. Ya en 1919 los kurdos habían declarado su independencia formando un Estado y a mediados de 1920, cuando los británicos asumieron el mandato sobre Irak, estallaron levantamientos nacionalistas también en las ciudades, que fueron aplastadas por los británicos en 1921.
Todos los estrategas políticos saben que si se discuten esas fronteras habría que discutir también las de Israel, que hace 24 años ocupa territorios que las Naciones Unidas nunca han reconocido legalmente. Los kurdos fueron obligados a asimilarse a cada uno de los países donde se encontraban. Se les prohibió el uso de su lengua, de sus costumbres, su cultura la utilización de nombres kurdos, su sentir nacional. En Turquía se considera que la nación Kurda directamente no existe, que son de origen turco y que su idioma es una deformación del persa, el árabe y el turco, reflejo de su “ser” primitivo y atrasado. Cuando el sociólogo Ismail Besikci publicó su libro :La tesis turca sobre la historia y el problema turco, fue encarcelado por tres años por contradecir la postura oficial.
Al estar dispersos en cada país, se los considera una especie de “quinta columna” dispuestos a apoyar a algún poder extranjero. En Turquía se los acusó de ser aliados de la Unión Soviética, tal cual se habría acusado a los armenios en 1915, y por ello más de un millón fueron deportados y masacrados. Donde mejor se encuentran hoy día es en Siria; aunque sus derechos oficiales no son reconocidos oficialmente pueden tener sus partidos políticos y siete kurdos forman parte del Parlamento.
En 1943, surgió un movimiento nacionalista armado en el Kurdistán Iraquí liderado por la ya figura legendaria Mustafá Barzani. El gobierno iraquí apoyado por la aviación británica estacionada en Kirkuk lanzó una ofensiva arrasando pueblos enteros y obligando a sus dirigentes a refugiarse en Irán, donde crearon la República Democrática de Kurdistán el 22 de enero de 1946, hasta que el ejército persa aplastó la república para fines de diciembre.
En 1948, luego el triunfo de la revolución en Irak y el acceder al poder de: Abd-Karim Kassem, Barzani fue invitado a regresar, prometiéndoseles respetar sus derechos culturales la autonomía. Al tiempo con el giro hacia la derecha del régimen, fueron nuevamente reprimidos. Si bien todos los movimientos kurdos tienen características ideológicas muy diferentes (nacionalistas y marxistas básicamente) uno de sus objetivos fue enseñar su lengua prohibida, publicar diccionarios y libros de gramática clandestinamente, organizar eventos musicales y teatrales para solidificar el sentimiento nacional .
Las reiteradas persecuciones llevaron a Mustafá Barzani a tejer cualquier tipo de alianzas contra el gobierno de Saddam Hussein. En la década del 70 recibió el apoyo de los Estados Unidos, Israel y el Sha de Iran que estaban interesados en derrocar el régimen de Saddam Hussein en plena época de retórica antisionista y antiimperialista. La rebelión kurda fue tan importante que influyó en el litigio respecto de las aguas territoriales que separaban a Irak de Irán. Por los acuerdos de Argel de 1975 con el sha, Bagdad perdió parte de su salida al Golfo, pero logró interrumpir la ayuda iraní a la rebelión kurda. De todas maneras la figura de Barzani se vio desprestigiada en provecho se su rival político Jelal Talebani, dirigente de la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK) que lo acusó de aliarse al sha y al imperialismo norteamericano.
Durante la Guerra del Golfo las diferentes fracciones kurdas continuaron su lucha contra Saddam Hussein y formaron parte de la coalición de fuerzas iraquíes que se reunieron en Damasco donde sentaron las bases de un gobierno de coalición provisorio para representarlo. Representando casi a un tercio de la población trataron de imponer sus condiciones frente a los sectores shiitas del sur. El portavoz de la UPK Ahmad Bamarni, dijo en una entrevista que no creía que se pudiera formar un régimen islámico en Irak.
“No es Irán . No todos los shiitas apoyan a Mohammad hakim. El Partido Comunista como el Baat tenía una gran influencia sobre los shiítas en el sur del país. Al fin y al cabo Irak forma parte del mundo árabe”
Por su propia lucha contra el régimen, especialmente después de que en 1988 el régimen iraquí los rociara con gases tóxicos matando a unas cinco mil personas, incluyendo mujeres y niños los kurdos iraquíes tuvieron una postura diferente de la de sus hermanos en Irán y Turquía que condenaron la intervención de Estados Unidos. “Nosotros sabemos bien” dice Bamarni- que los de la coalición no vinieron para hacer la guerra por los bellos ojos de los kurdos. No dijeron nada en por lo menos treinta años que luchamos. Los Estados Unidos vinieron porque quieren poner sus manos sobre el petróleo. Es su último recurso para competir con Alemania y Japón. Sabemos eso pero siempre les dije que los Estados Unidos combatían a Saddam Hussein y nosotros mirábamos el enfrentamiento. Hasta que Saddam Hussein fue debilitado. Está hecho ahora y nos da una bocanada de aire para reivindicar los derechos de nuestro pueblo. No había otra solución”.
La lucha de los kurdos es muy compleja. Su postura durante la guerra los lleva a enfrentarse con el sentimiento árabe de oposición a los Estados Unidos. Además, siempre apoyaron a los palestinos, cuestionan la existencia de Estados que, a su vez , en principio también apoyaron a los palestinos pero combaten a los kurdos.
Ahora el mundo occidental parece interesarse en ellos; sin embargo lo fundamental para los Estados Unidos es controlar su lucha y evitar que se extienda hacia todo Kurdistán. Por esa razón considera de suma importancia crear una región para refugiados en Irak donde se mantengan como tales, sin posibilidad de organizarse políticamente y que de ninguna manera crucen el “muro” que los separa de Turquía, donde los otros kurdos podrían desestabilizar a un gobierno aliado de los Estados Unidos. La guerra ha sacudido la región y es difícil creer que apagará la llama de un pueblo que lucha hace setenta años por sus derechos nacionales.

La Isla llamada Israel, en un arábigo mar

Cuando Saddam Hussein invadió Kuwait planteó como tema de negociación la retirada de Israel de los territorios ocupados en 1967 y la resolución de la cuestión palestina. La respuesta de la administración Bush fue tajante: “Son dos temas que no tienen nada que ver”. Si bien es cierto, ¿por qué una vez finalizada las acciones militares el secretario de estado Baker viajó a Tel Avid?
La creación del Estado de Israel en 1948 en el corazón mismo de la región, independientemente del significado que haya tenido , para los judíos que comenzaron a poblarlo , representó para los árabes en su conjunto la continuidad de la política colonialista de Occidente, que ya habían dividido la región en la década del veinte y por ello rechazaron las propuestas de paz del nuevo Estado.
En la década del cincuenta fueron derrocadas las monarquías de Egipto, Irak y Siria. Los nuevos regímenes nacionalistas simbolizaron el resurgir de la dignidad árabe luego de siglos de la ocupación extranjera (turca y europea ) y tuvieron como objetivo central lograr su independencia política y económica .
Estos nuevos gobiernos veían a Israel como un aliado privilegiado de los Estados Unidos y también como un escollo para su desarrollo económico. Las fuentes de la Agencia de Desarrollo Internacional (AID) indican que la ayuda recibida por Israel en 1962 y 1980 superó los 17 mil millones de dólares, casi el equivalente al Plan Marshall para la reconstrucción europea (21.469 millones) y más del doble de lo recibido por el continente africano, con 450 millones de habitantes (sin Egipto) en el mismo período. La monarquía de Jordania como contrapartida –aliada cuasi incondicional de Occidente- recibió tan solo 2 mil millones de dólares.
La importancia política de Israel para los Estados Unidos, es única, el Congreso le asigna una suma fija como donativo anual de unos (3.000 millones de dólares) y gran parte de los préstamos son condonados luego de algunos años. Este detalle fue, para el mundo árabe, significativo e irritante, pues Israel invierte en el sector militar casi el 70% de su presupuesto nacional. 1
La desaparición del líder egipcio Gamal Abdel Nasser en 1970 provocó un giro de los Estados Unidos en la política del país árabe más importante. Anwar Al- Sadat quiso impulsar el desarrollo industrial aliado económico y político con Occidente. Necesitaba legitimidad en su pueblo para lograrlo y debía demostrar que esta alianza era más favorable que la anterior con la Unión Soviética. El punto clave era Israel.
Si por medio de la presión de los Estados Unidos sobre Israel recuperaba el Sinaí ocupado desde 1967, le demostraría al mundo árabe que la política de intifaj (apertura o puertas abiertas) al mundo occidental daba sus frutos. Su proyecto político consistía en llegar a un acuerdo de paz con Israel y remplazarlo como aliado privilegiado de los Estados Unidos convirtiéndose en el principal receptor de las inversiones extranjeras. Pero Muhammad Haykal, quien fuera el principal asesor de Nasser solía decir: “Egipto de encuentra ante una sola elección: la amistad con Israel o la identidad árabe. Ambas son irreconciliables. Quien diga lo contrario carece de lógica”. (Semanario Hl-Hawadess 5.3.82)
Para los Estados Unidos hasta el día de hoy ningún régimen árabe es garantía de estabilidad, tal cual quedó demostrado con el asesinato del propio Sadat, después de firmar los acuerdos de Camp David con Israel. La sociedad israelí, por el contrario, está construida sobre pautas similares a las de la democracia parlamentaria de Occidente. “Israel es una creación americana, decía un diputado demócrata el 26 de enero de 1991 en la CNN, y por ello es la única democracia en Medio Oriente” y como gustan señalar en los Estados Unidos e Israel. Sin embargo para el mundo árabe, mayoritariamente musulmán, esta “única democracia” está ocupando hoy tierras de Egipto, Siria, Jordania y Líbano incluyendo la ciudad santa de Al- Kuds (Jerusalén) con sus dos grandes mezquitas y privando al pueblo palestino de retornar a sus tierras.
Además, no menos importante en la historia de los últimos cuarenta años , el Estado de Israel ha intervenido en los países árabes intentando desestabilizar gobiernos formando redes de espionaje, e incluso, paradójicamente fomentando el antisemitismo. En la década del cincuenta el gabinete israelí discutió la manera de apoyar el régimen de Adeb Shishakly en Siria que enfrentaba levantamientos populares. En Egipto en 1954 una red de espionaje compuesta por judíos egipcios y comandadas por israelíes fue desbaratada. Su objetivo: romper la confianza de Occidente en el régimen (egipcio)….las acciones deben provocar arrestos, demostraciones y expresiones de venganza. El origen israelí debe ser totalmente ocultado…el objetivo es prevenir ayuda económica y militar para Egipto”2
Por otra parte los servicios secretos israelíes realizaron incursiones prácticamente en todos los países para liquidar líderes palestinos, adiestraron personalmente a la guardia del rey Hassan en Marruecos , lo ayudaron en la represión contra el Frente Polisario en el Sahara y adiestraron a la temible policía secreta iraní (Savak) en tiempos del Sha. El 7 de junio de 1981 ocho cazabombarderos israelíes F 16 atravesaron cielo jordano y en una acción espectacular, en solo dos minutos, cumplieron a cabo la misión denominada Opera de Bagdad. La central nuclear iraquí , bautizada Tamuz, construida con tecnología francesa e italiana, fue completamente destruida. Si en su momento el gobierno israelí justificó la acción, retrospectivamente la reafirmó por el desarrollo de la Guerra del Golfo.
En ese contexto que es posible comprender la importancia que cobra la cuestión palestina para todo el mundo árabe. Los palestinos representan un caso especial para los árabes aunque parezca paradójico en una región donde varios pueblos carecen de derechos nacionales. El Sahara continúa ocupado por el rey de Marruecos, la minoría berebere en Argelia es oprimida y los kurdos en Turquía, Siria, Irán e Irak hace setenta años luchan por lograr su Estado propio.
La diferencia es que Israel es percibido como parte de la extensión de Occidente en la región, por ello es que Sadda Hussein puede reprimir a los kurdos y trata de aparecer como el “defensor” de los derechos palestinos o el rey Hussein de Jordania que los persiguió en 1970 reivindica hoy sus aspiraciones nacionales.
Todos los gobernantes árabes deben hacerlo, por lo menos retóricamente, aunque los propios palestinos desconfíen de ellos.
Los palestinos, la ciudad santa de Jerusalén y la alianza israelí – norteamericana con todas sus implicaciones son hechos reales y Saddam Hussein reconoce el sentimiento popular árabe. Involucrando a Israel trató de lograr un apoyo generalizado. Incluso de aquellos que hace años eran sus detractores y enemigos.
Por el conjunto de todos estos factores y especialmente por la cuestión palestina, aunque Israel no haya partido concretamente de las acciones bélicas su propia historia la convierte en parte de cualquier conflicto que estalle en Medio Oriente. Por esta razón el viaje de Baker a Tel Avid tiene como objetivo final la pacificación global de la región en el marco de una pax norteamericana, aunque difícilmente lo logre.
En: Las palabras y las cosas, 26-04-1991


El resurgimiento del Islam

Finalizado el conflicto bélico propiamente dicho la región todavía no ha sido “pacificado” por los Estados Unidos, que ahora parecen temerles al poder de los religiosos shiítas que al mismísimo “carnicero de Bagdad”, como fuera apodado Saddam Hussein.
Después de invadir Kuwait el presidente iraquí apeló a tres elementos para lograr el apoyo de los pueblos árabes.
1- el llamado a la unidad del mundo árabe.
2- la lucha de los musulmanes contra el agresor occidental.
3- las reivindicaciones palestinas frente al Estado de Israel.
Salvo la retórica del rey Hussein en Jordania ningún país árabe estuvo dispuesto a apoyar concretamente a los iraquíes frente al despliegue militar de los Estados Unidos. La unificación del mundo árabe hoy ha quedado relegada, el sentimiento de apoyo a los palestinos no alcanzó para influir significativamente sobre los gobernantes y los sectores religiosos no aceptaron jugarse por quién hacía poco tiempo los combatía y hoy vuelve a enfrentarlos.
Ahora también existe la posibilidad concreta de que un tercio de Irak se desprenda y pase a formar parte de una unión con Irán debido al debilitamiento del régimen de Saddam Hussein , lo que ya le está provocando un nuevo “dilema” a los Estados Unidos en su proyecto de Pax Americana. Estos hechos revelan que el fenómeno del surgimiento islámico de estos últimos 30 años está en el centro de la geopolítica regional e incluso internacional . para comprender su expansión y diversidad es necesaria una prudencia analítica que no identifique correctamente movimientos muy diferenciados entre sí.
Los movimientos que se han desarrollado en Egipto, Siria, Túnez o Pakistán tienen características muy diferentes de Kaddafi en Libia, la jerarquía clerical shiíta en Irán o la guerrilla afgana aunque parezcan similares al contenido y funcionamiento político está determinado por sus objetivos inmediatos. Más allá de los acuerdos por asuntos celestiales o sobre la vida cotidiana de la gente, estos movimientos son esencialmente políticos.
El Islam no ha irrumpido súbitamente en la política : en realidad es inseparable de ellas pues fue siempre una religión política. Por esta razón la separación religión- Estado más que laicista es francamente antirreligiosa y permite comprender porque ninguna de las grandes corrientes nacionalistas árabes se pronunció por un Estado laico.
El Islam en estas sociedades no es percibido como un aliado de las clases poderosas tal cual aconteció en Europa con la Iglesia cristiana que era identificada con los señores feudales que se oponían al desarrollo político y social. Es más se lo considera un elemento fundamental de la identidad nacional oprimida y ridiculizada por el opresor extranjero, cristiano y ateo. Incluso el líder nacionalista egipcio. Gamal Abdel Nasser estuvo interesado en reivindicar el Islam para lograr el apoyo popular contra las potencias extranjeras. En Irán el Islam es considerado un objetivo global y total en sí mismo, como un programa único y exclusivo, “El Corán es nuestra constitución” solía decir Al- Banna, fundador en 1928 del movimiento de Los Hermanos Musulmanes. El Partido de la República Islámica aspira al retorno al Islam, que no debería limitar a una sola nación, sino englobar al conjunto de los musulmanes y por qué no, al mundo entero. Estos movimientos no tienen frontera, rechazan el nacionalismo en el sentido restrictivo del término y consideran a las corrientes nacionalistas- incluso las que profesan el Islam- como rivales o adversarios.
Es en el nombre del Islam que se oponen a la invasión extranjera y no en defensa de la “nación”. Así por ejemplo, los Estados Unidos no son el “imperialismo” sino el “Gran Satán”. Saddam Hussein era considerado en primer lugar “un ateo” e “infiel”. Israel, para todos estos movimientos, no es el “usurpador sionista del territorio palestino”, como decía Saddam Hussein durante la guerra sino “el usurpador judío de una tierra islámica sagrada”.
En Irán y Pakistán los movimientos musulmanes que han ganado mayor terreno se han apoyado en las capas medias chocando con la burguesía aliada a las potencias extranjeras. Por el contrario, en Irak, Argelia y Libia, las clases medias se han beneficiado de la explotación petrolera apoyándose en la burocracia nacionalista que es sostenida por un ejército poderoso, de donde por lo general han surgido. En Siria el movimiento integrista es la principal fuerza de oposición a Afees Al Assad y se beneficia, en particular, del carácter confesional minoritario del equipo gobernante.
En Irán el movimiento integrista, representado principalmente por la tendencia del clero shiíta (los que consideran a Alí el único califa- jaifa, sucesor, remplazante -legal con exclusión de los otros sucesores de Mahoma) se forjó en un largo proceso de lucha contra el régimen del sha Reza Pahlevi que estaba sostenido por las principales potencias económicas de Occidente. El ayatollah Khomeini logró canalizar el resentimiento contra el sha conjugando un discurso antidictatorial y religioso frente al régimen “ateo” y pro occidental.Hoy, su ministro de Relaciones Exteriores, Alí Akbar Velayati, afirma que no “no podemos aceptar una seguridad a la americana, que asegure los intereses de los Estados Unidos en esta región”. Esto indica que la carrera armamentista en la región probablemente crezca de ahora en más aunque basada en nuevos ejes. Arabia Saudita y Kuwait por un lado, Egipto por el otro, Turquía e Israel van a reclamar mayor armamento para hacerle frente a un sobreviviente de un ejército iraquí o a una futura amenaza siria o iraní. Lo paradójico es que George Bush ha vencido al Estado más laico de la región, dando paso a que los fundamentalistas islámicos vuelvan a escena con mayor fuerza que en la última década.
En: Las Palabras y las cosas, 29-03-1991
De mentiras, ocultamientos y verdades, Las madres de todas las preguntas
Las invasiones de Afganistán en 2001, Irak en 2003 y el enfrentamiento que tiene hoy la Casa Blanca con Irán permiten reflexionar nuevamente sobre el rol que desempeñan los medios masivos de difusión en momentos de una guerra.
La mayoría de los medios occidentales carece de periodistas que conozcan en profundidad el mundo árabe e islámico, sus tradiciones culturales y religiosas y aún algo más básico: el idioma. Edward Said en su libro Discovering Islam, publicado en los años ochenta, señalaba que casi ninguno de los periodistas que había cubierto la toma de rehenes en la embajada norteamericana en Teherán en 1979-80 hablaba el persa.
La pregunta es básica: ¿cómo se puede informar sobre una sociedad si ni siquiera se puede hablar con la gente en las calles, escuchar la radio, leer los diarios o mirar la televisión? Es aún mucho más complicado si la cobertura hay que realizarla desde miles de kilómetros de distancia. Esto quiere decir que se depende de la información que suministren los involucrados. En los tres casos señalados los medios de comunicación latinoamericanos se nutrieron casi siempre de los medios norteamericanos y europeos, como si el New York Times o El País (para nombrar los más citados) fueran ejemplo de información veraz e independiente y como si toda la información proveniente de los medios árabes e islámicos fuera pura "propaganda".
El caso del New York Times (NYT) es paradigmático. Basado en su larga trayectoria y la construcción mítica de credibilidad, el Departamento de Estado lo utilizó una y otra vez durante la invasión a Irak. La operación fue muy sencilla. Los funcionarios de la Casa Blanca le suministraron al diario el contacto con informantes iraquíes que trabajaban para el Pentágono. Estos debían permanecer en el anonimato por temor a represalias del régimen de Saddam Hussein. Los informantes aseguraban conocer los lugares donde estaban escondidas las famosas "armas de destrucción masiva" y con lujo de detalles se lo describían al NYT. Al día siguiente el NYT revelaba en exclusiva y con absoluta seguridad dónde estaba el arsenal nuclear de Saddam Hussein; al fin y al cabo, la fuente era confiable, venía de la propia Casa Blanca. Rápidamente algún miembro del gobierno de George Bush convocaba a una conferencia de prensa y mostraba la información que había suministrado el intachable NYT para certificar que -efectivamente- Saddam Hussein poseía las armas para destruir el mundo. Et voilá! Todos las agencias y diarios del mundo lo reproducían. Cuando cayó el régimen iraquí y los periodistas fueron a buscar esos lugares mencionados por los informantes no encontraron nada.
El 26 de mayo de 2004 un editorial del NYT reconoció que varias instancias de la cobertura no habían sido rigurosas, que no habían chequeado suficiente la información o que estaban demasiado obsesionados por obtener primicias.¿En quién nos basamos al momento de informar? Esa es la madre de todas las preguntas...